toxina botulínica

La toxina botulínica comenzo a tener aplicación en medicina en 1980, con rápida aplicación en muchos campos de la misma. El primer uso de la toxina en el tratamiento de las arrugas frontales de expresión tuvo lugar en 1992 y desde entonces ha demostrado su eficacia en el tratamiento de arrugas de entrecejo, frente y patas de gallo.

 

Hay varios serotipos de toxina, es el serotipo A el que se utiliza en la clinica. La toxina actúa sobre la unión entre los nervios y los músculos bloqueando la liberación de un mensajero químico llamado acetilcolina dando lugar a una relajación muscular duradera, es en este momento cuando las arrugas desaparecen y la retracción dérmica desaparece. Hay que hacer una identificación adecuada de las zonas a tratar y de las características individuales del la anatomía de cada paciente. Su efecto es temporal y tras unos meses se recupera gradualmente. Con cada nueva aplicación de dicha toxina van disminuyendo un poco más el tamaño de las arrugas ya tratadas anteriormente.

Cuando se va repitiendo el tratamiento el resultado suele ser mejor y más duradero, en parte porque nos acostumbramos a no hacer el gesto responsable de la arruga tratada. No existe un número predeterminado de veces para repetir el tratamiento.

 

Se trata de un excelente tratamiento para rejuvenecer la piel y atenuar arrugas pero para conseguir unos resultados adecuados hay que mantener siempre la armonía del rostro y ser cauto  a la hora de elegir quíen nos pone este tratamiento ya que hay que estar familiarizado con el potencial riesgo de un mal uso del mismo. Es por ello que debería reservarse su uso para Especialistas en Cirugía Plástica, Reparadora y Estética, que tienen la formación adecuada para manejar la potencial toxicidad del producto y la complejidad de la técnica de inyección, de esta manera minimizamos las posibles complicaciones.